domingo, 21 de abril de 2013

Simpatías por el diablo


Está bien visto respetar que cada secta levante su propio altar y coloque en él a los dioses, santos y profetas que les venga en gana adorar. Llaman a eso tolerancia, y este es uno de los iconos de una sociedad que cada vez se complace más con iconos, gestos, apariencias y símbolos de valores, antes que con la práctica real de valores. Ya no se diferencian unos de otros. Los símbolos y los gestos hoy importan más que los propios valores. No se desperdicia ocasión para posar junto a un icono, lanzar frases cursis, apelar a actos simbólicos que van desde lo banal a lo estúpido, pasando por lo ridículo e hipócrita. Es como echar incienso en el altar para luego seguir pecando. No importa si con esos actos simbólicos se termina glorificando al demonio. Todo lo que importa es exhibir el candor de un gesto revestido de nobleza.

Algo similar ocurre en estos días con los homenajes a Javier Diez Canseco, quien ha sido diagnosticado con cáncer. Los homenajes se han repetido en todos los círculos de izquierda, sus amigos le dedican elogios desde sus columnas periodísticas. Al parecer hay una larga fila de dolientes esperando su turno para expresar su apoyo a este "luchador", como ha sido definido. Que la izquierda elogie a uno de sus congéneres me parece normal y me tiene sin cuidado. No tengo nada que decir al respecto. Pero cuando otros sectores se suman a los homenajes ya resulta curioso y preocupante. Y allí sí tenemos algo que decir.

Algunos líderes de derecha se han sumado a las muestras de amor y admiración a JDC. Por ejemplo, la siempre desubicada Lourdes Flores Nano se desató en elogios en un discurso que resultó más meloso que Los Platters cantando "only you". Comentaristas radiales que dicen no ser de izquierda se llenan la boca con salamerías a JDC ofreciendo razones tan menudas como "la constancia en sus ideas". Con ese mismo argumento se puede agasajar a Abimael Guzmán y todos los senderistas que aun persisten en sus malas ideas. Pero la estupidez humana es infinita y alcanza no solo para tener malas ideas sino para admirar a los dementes porque "perseguían la justicia social". Ya es hora de detener esta epidemia de bondad y ceguera histérica que está llevando a rendir homenaje a uno de los personajes más nefastos de la política peruana.

Nunca debemos olvidar que las peores atrocidades políticas se disfrazaron siempre de buenas intenciones. La búsqueda de la famosa "justicia social" ha registrado más cadáveres que los provocados por las mayores plagas y cataclismos. Nada hay pues más ridículo que rendir homenaje al representante de las ideas más nocivas del siglo XX, aunque ellas estén barnizadas de bondad. Javier Diez Canseco ha defendido siempre ideas que fueron el cáncer de la humanidad. Ni siquiera las peores guerras tribales o religiosas produjeron más muertes que el marxismo en todas sus variedades. Cuando los apóstoles preguntaron a Cristo cómo reconocerían a los verdaderos profetas de los farsantes, Cristo les dijo: "por sus hechos los reconocereís". Esa fue una de las más sabias enseñanzas de Cristo que hoy podemos aplicar perfectamente. Son los hechos los que cuentan y no la apariencia ni las palabras ni las promesas de redención. Y en los hechos, los profetas del marxismo han sido solo agentes del odio, la muerte y la miseria de los pueblos. Por eso es indispensable recordar quién es este famoso personaje de la "justicia social" al que hoy tantos idolatran derramando candidez y cucufatería. Veamos quién es realmente Javier Diez Canseco y qué es exactamente lo que representa en la política peruana.

Javier Diez Canseco Cisneros es el máximo representante de la izquierda farisea, de la izquierda pituca miraflorina que apareció en los albores de los 70 como una afloración bacterial emanada desde la revolución cubana. Forma parte de una casta muy especial de niños bien que acabaron en la militancia marxista después de recorrer los salones del cine El Pacífico, saborear su copa tutti frutti en el Haiti, juerguear en el Waikiki, escaparse a La Herradura en el Chévrolet Bel Air de papá y disfrutar los fines de semana en Ancón. Esta izquierda no surgió de las fábricas sino de los clubes sociales en los sectores más acomodados de la ciudad. Dueños del poder y la alcurnia que destilan sus apellidos: Diez Canseco Cisneros, García-Sayán Larrabure, Villarán de la Puente, Silva Santisteban, Dammert, Letts, Dancourt, etc. Nunca faltaron los apellidos notables y los ojos azules en la dirigencia de los partidos de esta izquierda snob, pituca y farisea. Javier Diez Canseco pertenece a una estirpe limeña que se puede rastrear perfectamente hasta los inicios de la Colonia.

Los rebeldes jóvenes izquierdistas surgidos en las bucólicas calles de Miraflores eran los hijos extraviados y rebeldes de la crema y nata de la sociedad, educados en los colegios más caros, enviados a las mejores universidades para luego pasar por algún college de los EEUU. Algunos prefirieron experimentar la libertad y se mudaron a barrios populares para "proletarizarse" o se hicieron marihuaneros y hippies. Al final todos se encontraron en la militancia marxista dentro de alguno de los tantos partiduchos que flotaban en el pozo séptico de la izquierda delirante de los 70. De allí unos pasarían al terrorismo de manera directa y otros de forma asolapada, pero nadie deslindaría tajantemente con el terrorismo, y menos JDC. Nunca olvidemos que quienes protegían a Abimael Guzmán a la hora de su captura final no eran campesinos ni obreros sino un grupito de gentita bien, chicos cool de la izquierda snob miraflorina con apellidos notables. Maritza Garrido Lecca, la custodia de Abimael Guzmán era una dulce, bella y noble señorita educada en el Sophianum y en la PUCP, dedicada a danzar valet. No nos confundamos por la alcurnia, clase social o currículum. No fueron los obreros ni campesinos ni proletarios los que se levantaron en armas. Fueron ellos, la noble pituquería limeña, los que auspiciaron el terrorismo de izquierda en el Perú desde sus orígenes en los 70. Y son los mismos que hoy andan ocultos en sus ONGs con su nuevo disfraz de defensores de los DDHH.

La izquierda pituca miraflorina fue un frente de hijitos de papá con algún trauma familiar. Quizá, como sugirió Erich Fromm, convirtieron su rechazo a la autoridad paterna en militancia rebelde y acabaron abrazando el marxismo, una doctrina que les permitía desahogarse combatiendo al símbolo máximo del poder mundial: el imperialismo yanqui, pero aliviando sus culpas con una noble causa: la justicia social. Si Marx hubiera sabido que en el Perú la clase dominante asumiría la dirección de la clase obrera, habría tirado su Manifiesto Comunista al tacho y se hubiera pegado un tiro. La izquierda peruana se potenció con ovejas negras de rebaños finos. Crearon una "izquierda farisea" (llamada después "izquierda caviar") que predicaba igualdad desde las alturas, hablaba de los obreros y de los campesinos a quienes solo conocían por fotos en sus libros de sociología y antropología, donde obtuvieron sus argumentaciones. Su prédica revolucionaria no pasaba de ser más que un enlatado ideológico procedente de la URSS y que se repartía gratuitamente en las universidades como si fueran catálogos de Yanbal. Así se alimentaron varias generaciones de alienados que cacareaban los versículos de Lennin creyendo ciegamente en la propaganda soviética. Conocían mejor la revolución bolchevique que la historia del Perú.

Javier Diez Canseco era lo más parecido a Julius que uno se pueda imaginar al leer la novela de Bryce. Cuenta que un día fue a la sierra y vio por primera vez la pobreza. Entonces, como describe Bryce, se quedó cojudo. Fue como una señal divina y abrazó la fe en el comunismo, se hizo predicador marxista y agitador de masas en busca de una revolución que instaure el paraíso socialista, donde no hay ni ricos ni pobres. Con la mística de un evangélico, JDC anunciaba el fin del mundo capitalista y la llegada del nuevo orden mundial. Ese fue más o menos el mismo origen de toda la izquierda pituca, delirante y farisea de los 70. No nace de la conciencia de la clase obrera o campesina sino del incordio de los nobles, de su sentimiento de culpa transformado en "sensibilidad social" y recubierto de cucufatería progresista. La ideología política de la izquierda es casi una patología mental, con un mundo bipolar donde mezclan amor y odio, justicia y abuso, redención y muerte. La pobretología se instaló como el pilar fundamental del pensamiento político de izquierda. Se fundaba en el amor a los pobres y el desprecio a los ricos, lo que los llevaba inevitablemente a la incoherencia, la hipocresía y la doble moral, que es donde han militado siempre los miembros de la izquierda caviar. La pobretología progresista nada tenía que ver con Marx pero igual se disfrazaron de marxismo.

La izquierda farisea-pituca-miraflorina-caviar no pudo resistirse al encanto del marxismo que llegó precedido de misterio y culto. Estaba de moda. Y era una moda intelectual. Se difundía como el mambo y el dengue, los bailes de moda prohibidos por la iglesia. Confiados en su poder económico y distinción de clase los niños bien podían darse el lujo de vagar o proletarizarse, podían fundar igual una banda de rock nuevaolera o un movimiento político de corte marxista, dedicarse a la agitación política y la militancia activa sin mayores preocupaciones en la vida, siempre confiados en el soporte de su infinita red social que les abría muchas puertas, incluyendo las de la cárcel. Algunos, luego de su aventura guerrillera y su experiencia terrorista retornarían cómodamente a la administración de la hacienda o la empresa familiar o pasarían a la vida académica. Otros se quedarían en la política, como fue el caso de Javier Diez Canseco quien ingresó muy tempranamente al movimiento "Clase Obrera" sin haber pasado jamás por una fábrica, ni saber lo que era un salario ni un horario de trabajo.

JDC desarrolló su militancia en diversos partiduchos de izquierda donde se mezcló con sanmarquinos hijos de hacendados y gamonales de la sierra que venían a estudiar una carrera a la capital, típicamente derecho o ciencias sociales. A ellos se sumaron luego los guerrilleros fracasados de los 60, los disidentes del APRA, los más díscolos y delirantes. Todos ellos formaron el manicomio de la izquierda peruana de los 70 bajo el amparo del gobierno de Velasco, quien favoreció el sindicalismo y reclutó agitadores de izquierda para el SINAMOS, madre nodriza desde donde más tarde emanarían más partiduchos de izquierda. JDC supo unir su vehemencia y su elocuencia para sobresalir como un dirigente astuto y un polemista temible que arremetía a gritos y amedrentaba a su oponente con una habilidad inusitada para cambiar el sentido real de las cosas. Era un tipo leído, como lo eran casi todos entonces. El problema era que creían ciegamente todo lo que leían y lo imponían como la Santa Verdad. Eran cruzados del siglo XX, inquisidores, celosos vigilantes de los dogmas de fe de la religión marxista. Fundaron la era del oscurantismo político levantando piras para quemar a los pecadores capitalistas pero también a los impíos y desviados del marxismo. Allí ardieron varios militantes de la propia izquierda.

Para nadie debería ser una sorpresa que Javier Diez Canseco fue parte de los sectores más recalcitrantes de la izquierda, cercano al grupo terrorista MRTA del cual fue emisario y para el cual pidió legalización. Aunque él nunca los ha llamado terroristas. En el pensamiento de JDC el concepto "terrorismo" solo se vincula al "terrorismo de Estado". De acuerdo a su lúcido análisis Sendero Luminoso fue una guerrilla que se enfrentó al "terrorismo de Estado". Seguramente algunos intentarán acusarme de levantar sospechas infundadas al hoy santón de la izquierda JDC. Por ello usaré como fuente uno de los principales documentos ideológicos publicados por el propio Javier Diez Canseco en un momento clave de nuestra historia. Se puede hallar en la revista "Nueva Sociedad" # 177 de enero/febrero de 1992. El artículo titula "La izquierda en el Perú: el problema nacional y la democracia".

Este documento representa el más genuino pensamiento político de Javier Diez Canseco. Se trata de un análisis de la situación del Perú a un año de iniciado el gobierno de Alberto Fujimori y cuando JDC todavía era un Senador de la República. Según sus propias palabras, JDC era un infiltrado en el "viejo Estado" con la misión de socavarlo desde adentro. A decir verdad, esa fue la consigna con que la izquierda entró al proceso electoral a fines de los 70. Abundan textos y documentos que lo confirman. Ellos nunca creyeron en la democracia representativa pero se inscribieron en las elecciones "para seguirle el juego a la burguesía".  Que no nos engañen cuando hablan de una "izquierda democrática". Esta nunca existió. Jamás hubo en el Perú una izquierda democrática. Por el contrario, ellos actuarían como la "quinta columna" del terrorismo en el Congreso. Aunque inicialmente los grupos de izquierda que entraron al proceso electoral fueron acusados por los más radicales de ser una "izquierda electorera". Precisamente JDC analiza el papel de la izquierda infiltrada y acusa los cambios que sufrió al aburguesarse. Conozcamos de cerca el pensamiento de este santón de la izquierda peruana.

Pese a tratarse de un análisis de la realidad peruana, el fenómeno del terrorismo es dejado de lado por JDC. Empieza con el típico bla bla bla en contra del neoliberalismo atacando las medidas que adoptó Fujimori para salvar al Perú de la grave crisis económica en que se hundía. Luego le dedica un capítulo a lo que denomina "Guerra Interna", donde se queja de la presencia militar en el país. Llama en todo momento "guerrilla" a Sendero Luminoso y considera que el principal problema y lo que mina el régimen democrático es el proceso de militarización que sufre el país ¡pero no el terrorismo! Leamos.
El otro elemento del cuadro político peruano es el hecho de que este paquete neoliberal se aplica en una situación que es particularmente compleja, en la cual hay gobiernos elegidos, como el del señor Fujimori; una guerra interna contra esos gobiernos elegidos y un proceso de militarización que mina el régimen democrático constitucional surgido en el año 80. El fenómeno peruano es interesante en este sentido, porque la guerra interna se desarrolla paralelamente al tránsito del régimen militar al régimen democrático constitucional: la guerrilla de Sendero Luminoso (SL) inicia también sus operaciones en 1980.
Tras once años de cruel accionar senderista era por lo menos cínico no calificar a SL como grupo terrorista. Y más inconcebible llamarlo "guerrilla" cuando era por todos evidente que se trataba de un grupo terrorista, y no de cualquier terrorismo sino el más despiadado jamás visto en el mundo, de acuerdo a los analistas internacionales. Y lo más inaudito es atribuir la responsabilidad de la crisis a la respuesta militar. Tal como ha ocurrido a lo largo de estás últimas décadas, la izquierda latinoamericana confunde el efecto con la causa, y solo tiene ojos para culpar a las FFAA del baño de sangre a la que nos condujo la demencia de las ideas de izquierda. Por eso mismo consideran que la presencia de los militares ha sido el problema central y no la actuación de los diversos grupos armados de izquierda que tenían como meta la captura del poder por cualquier medio y a cualquier precio, y como principio el desprecio por la vida y la propiedad. De hecho hay una evidente incongruencia cuando se habla de una "guerra interna" y a la vez se abomina de la presencia militar. En el escenario mental de JDC la "guerra interna" es parte esencial de lo que entiende como proceso político. En realidad, eso estaba en la mente de todo militante de izquierda. Era una izquierda delirante que justificaba la violencia política y se sustentaba en ella.

JDC describe las formas en que SL interactúa con el campesinado pero no tiene una sola palabra de condena. Todo su rechazo se dirige a la presencia militar. Más aún, encuentra un origen muy comprensivo a la violencia de SL. La justifica apelando a explicaciones sociológicas y antropológicas. Algo que una década después veríamos reflejado exactamente igual en el informe final de la CVR, en el sentido que la violencia es parte de la idiosincracia de estos pueblos. O sea que no se puede condenar a SL por el uso del terror. Increíble pero cierto. Es lo que nos dice JDC:
Sendero es una fuerza que además recoge en su accionar político un principio de autoridad cuyo peso en el país es fuerte: el uso de la violencia, la fuerza, el temor.
El campo peruano ha estado marcado por el fenómeno del «gamonalismo» en las relaciones del terrateniente autoritario y brutal con la masa campesina; el ejercicio de la fuerza ha sido un factor central. El temor, el miedo, son factores políticos centrales en la lógica de SL y lo utilizan implacablemente en el país.
Es la misma lógica y argumentación que veremos años después en el informe final de la CVR. Nótese el esmero con que JDC evita el uso de la palabra "terror" y prefiere "temor". Otro detalle muy curioso es que en este análisis amplio y riguroso de la realidad peruana JDC no se ocupa en una sola linea del MRTA, como si este no existiera. ¿Por qué elude JDC toda mención del MRTA? ¿Acaso ignoraba la existencia de este grupo terrorista? De hecho no lo ignoraba. Más bien, aunque sin nombrarlo, justificaba plenamente su existencia como una manera necesaria de la izquierda para diferenciarse de SL y el Estado.
Sin embargo, la profundidad de la crisis y el hecho de que el Estado responde con mecanismos de terror y violencia generalizada, conduce a que zonas importantes del país se hayan polarizado entre fuerza armada y Sendero, y obliga a que las fuerzas políticas que quieran operar en estas áreas tengan necesariamente que tener algún tipo de desarrollo político-militar para poder actuar y tener presencia en esas áreas. De lo contrario tendrían que replegarse o actuar solamente a través del Estado; es decir amparándose en la representación policial o militar en el país. Este hecho conduciría, obviamente, a aparecer en el conflicto de parte de uno de los bandos en confrontación
Nuevamente hallamos que para JDC el único que responde con "mecanismos de terror y violencia generalizada" es el Estado. Está implícito en su pensamiento que el accionar de SL es una "guerrilla" que dentro de la ideología de izquierda está plenamente justificada. Por ello mismo para JDC su presencia en el Congreso no era la forma correcta de actuar políticamente ya que lo comprometía "con uno de los bandos". Tenía que crear otro mecanismo de acción político-militar que haga la real política de izquierda. Su presencia en el Congreso era solo una manera de infiltrar al "viejo Estado". Esta mentalidad conduciría a JDC a ser un opositor intransigente de las operaciones militares y un obsesivo acusador de generales. Y añade luego:
Por ello yo creo -en contradicción de todo lo que está pasando en el grueso de América Latina- que la tendencia en el corto y mediano plazo en el Perú no es hacia una negociación de la guerra, sino hacia el desarrollo del conflicto armado.
Como es natural en él, JDC apostaba por la lucha armada y vislumbraba un período largo y exacerbado de guerra interna en el Perú. No olvidemos que el MRTA siguió golpeando hasta 1997 con la captura de la residencia del embajador japonés, en donde las ONGs de izquierda jugaron un rol fundamental en la logística, y donde JDC apareció como mediador y vocero del MRTA. Según el testimonio de los rehenes, Cerpa Cartolini dispensaba un trato deferente a JDC, casi como a un jefe. Conocida es la amistad estrecha que ambos mantuvieron desde mucho antes. Tampoco olvidemos que en más de una ocasión JDC demandó la legalización del MRTA. No hay que ser pues tan ingenuos cuando solo tenemos que sumar 2 + 2.

Debemos hacer un esfuerzo por entender la lógica de Javier Diez Canseco en su cuestionado papel de Senador de la República de un Estado que detestaba, en un sistema político que condenaba por caduco, y de una democracia que aborrecía por falsa. ¿Qué hacía él dentro de ese sistema?
El desarrollo de esta crisis del esquema político, de carácter general, incluye la izquierda; la izquierda de la que hemos participado nosotros, la Izquierda Unida, la Socialista, y las fuerzas que han participado en lo que se ha denominado la lucha por ocupar espacios políticos, y en la lucha cívica.
...y el hecho de que la izquierda haya limitado su acción política, centrando su atención en ocupar los espacios del viejo Estado, penetrarlo ocupando diputaciones, senadurías, alcaldías, gobiernos regionales, ha hecho que esa izquierda adquiera varias características.
Para JDC el papel del líder de izquierda no está dentro del Estado sino afuera. Tener que participar de la estructura del "viejo Estado" produce desgaste en su condición de líder. La política, en la mentalidad de izquierda, es movilización social, agitación callejera, marchas, paros, violencia descontrolada. El dirigente de izquierda pierde tiempo y prestigio al formar parte de una estructura burocrática en el Estado que no los deja actuar en las calles ni implantar su modelo dentro del Estado. En pocas palabras, un izquierdista en el Congreso está atado de manos, no sirve para nada. Lo único que cuenta es destruir el "viejo Estado" para imponer el modelo ideal socialista de nuevo orden económico y social. Un izquierdista dentro del Estado solo puede plantear reclamos puntuales pero nada más. Eso no sirve para el objetivo socialista. Leamos:
La participación en los mecanismos del Estado tiende a aislar a una parte importante de los dirigentes del movimiento social de su vida cotidiana de su quehacer permanente, y por lo tanto tiende a producirse una distancia en la comunicación y capacidad de dirección entre la conducción de la izquierda y el movimiento social en el Perú. Lo cual deriva en un tercer factor; la izquierda, en parte importante de su representación, en el país, va abandonando algunos instrumentos y concepciones fundamentales y va asumiendo cambios ideológicos .. va abandonando sus programas y sustituyéndolos por plataformas inmediatas. 
Este es uno de los problemas centrales que hoy confronta la izquierda en el Perú y en varios países de América Latina. El proyecto nacional, y el programa que va dejando son sustituidos por plataformas reivindicativas inmediatas: el aumento de salario, la defensa del derecho tal, la defensa de este espacio que estaba conquistado, en síntesis por un conjunto de planteamientos parciales que van paulatinamente desdibujando la propuesta de sociedad y de país que esa izquierda levanta.
Obviamente, jugando el juego democrático, la izquierda nunca iba a poder implantar el nuevo orden con que soñaba. Eso es lo que nos dice. Y es correcto. Sin embargo y pese a sus críticas a esa izquierda electoral que integra el Congreso y otros espacios políticos del sistema democrático representativo, JDC nunca dejó de ser un eterno candidato al Congreso, incluso en las épocas del fujimorismo, al cual calificó siempre de dictadura. JDC es uno de los políticos peruanos que más tiempo ha pasado como congresista en los últimos 30 años, llegando incluso a lanzarse como candidato a la presidencia en el 2006, cuando apenas logró el 0.5% de la votación. Por si fuera poco, tuvo el cuajo de demandar al Estado por la interrupción de su período en 1992 y exigir una compensación por lucro cesante.

En resumen, no se puede decir que JDC tenga una trayectoria diáfana en la política peruana, ni que haya tenido mucho éxito en la misma. Al menos en su papel de legislador solo ha destacado como un crítico ácido, un inquisidor implacable de las políticas económicas y un sabueso de los vínculos empresariales y políticos, a lo que se ha dedicado con pasión. Pero quizá su faceta más interesante es su lado oscuro, el lado oculto en su rol como dirigente de izquierda. ¿Qué vínculos tuvo JDC con las organizaciones de izquierda radical del Perú y de otros países? No olvidemos que en su larga militancia izquierdista y radical JDC ha cultivado lazos con casi todas las agrupaciones de izquierda de Latinoamérica, al punto de haber sido el representante peruano en la fundación del Foro de Sao Paulo, esa organización continental de toda la izquierda demente latinoamericana, incluyendo a los grupos guerrileros y narcoterroristas, convocada con urgencia por el castrismo cubano luego de la desaparición de la URSS, en busca de un nuevo sustento para la acción guerrillera y terrorista de la izquierda continental.

Como ya es sabido, aunque Brasil (el PT) trató de ocupar el vacío dejado por la URSS, al cabo sería Venezuela el país que daría cobijo y sustento a la demencia guerrillera y terrorista del continente. No es pues casual que JDC sea uno de los más firmes defensores de Cuba y Venezuela. De hecho Javier Diez Canseco es uno de los personajes más recurrentes en los papeles de la inteligencia mundial contraterrorista. Su nombre ha estado asociado siempre al MRTA y otras organizaciones, tal como puede leerse en esta información de la siempre bien informada revista de inteligencia EIR analizando lo que es APRODEH:
Pro-Human Rights Association (Aprodeh).- Closely tied to Cong. Javier Diez Canseco, the Aprodeh was the lawyers' stable for the UDP and PUM. One of its officials is Eduardo Caceres, who, as PUM general secretary, said, in 1990. "The PUM has strategic agreements with the MRTA." The Apro­deh is the Peruvian representative of the pro-terrorist maga­zine Our New Land, of APIA (see International Groups). In Peru, it publishes the newsletter of the Washington Office on Latin America (WOLA), which specializes in lobbying the U.S. Congress and which was, and continues to be, a leading promoter of the campaign to isolate Peru, following the April 5, 1992 anti-terrorist measures ordered by President Fujimori. 
National Human Rights Coordinator (Cnddhh), whose most prominent member is Aprodeh. Miguel Risco Franco, member of the Cnddhh's board of directors, was accused by Peruvian courts of being the MRTA's financial chief. Risco fled the country.
MRTA: A model international terrorist force
Executive Intelligence Review
Volume 24, Number 6, January 31, 1997, pp. 51
Sea como sea, algo que no se puede negar es que JDC ha sido un personaje oscuro que siempre ha merodeado los pantanos malolientes del radicalismo de izquierda, desde sus orígenes en los años 70. Fue una izquierda que nació bajo la inspiración del castrismo, de la revolución cubana y de las desaforadas ideas del Che Guevara, quien instó a la izquierda latinoamericana a desarrollar la guerra popular en todos los países. JDC nunca ha negado sus cercanías al castrismo y, antes bien, es un defensor tenaz de la dictadura cubana a la cual llama "democracia" sin ruborizarse. Es además un admirador y propagandista del chavismo venezolano, ese régimen putrefacto y corrupto que se ha anquilosado en el poder con ansias de imperialismo subdesarrollado. Lo que algunos políticos peruanos deben determinar es si ser un defensor ferviente de dos regímenes totalitarios resulta algo que merece reconocimiento público. 

Para terminar, debemos concluir en que Javier Diez Canseco es unos de los más insignes representante de una ideología perversa, equivocada y criminal. Su pensamiento parte de un odio enfermizo a los símbolos del poder y propone una redención en la muerte. No vale la pena siquiera una venia para esta clase de ideología y de políticos que solo desataron y justificaron la violencia, el terror y la muerte en Latinoamérica durante cuatro décadas, sin haber hecho hasta ahora un mea culpa ni reconocer el error de sus métodos. Todo lo que han hecho es culpar al Estado y las FFAA por la respuesta que ofrecieron a estos grupos de dementes. El  mayor logro de esta izquierda es haber convertido la cacería legal de militares en un esfuerzo disfrazado de cruzada por la justicia. JDC es -y ojalá sea el último- seguidor de esa ideología desarrollada por Ernesto "Che" Guevara, el criminal que convirtió el homicidio en mecanismo político. Leamos un breve extracto de las ideas demenciales del Che, ideas que inspiraron a la delirante juventud miraflorina de los años 70 a la que Javier Diez Canseco pertenece:
Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidando sus bases de sustentación que son sus territorios dependientes. 
Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria.
¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos vietnams florecieran en la superficie del globo con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo,con la obligación que entraña para este de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!
Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.
Ernesto "Che" Guevara
Justicia Global
Estas fueron las semillas del mal que dieron frutos en la juventud desorientada de los años 60 y 70 en toda Latinoamérica. El odio enfermizo convertido en alimento ideológico llevó al desarrollo de guerrillas y terror como programa político sin más propuesta que la aniquilación de un enemigo ideal. Nada hay en este tipo de ideas que pueda resultar digno de admirar. Solo merece ser arrojado al basurero de la historia.

domingo, 7 de abril de 2013

El progresismo contra el Papa Francisco


Lo sorprendente del nuevo Papa no es que sea latinoamericano sino que, precisamente por serlo, se haya convertido casi de inmediato en blanco de las iras progresistas de toda la región, sin duda la más poblada por delirantes predicadores de la sociedad perfecta. Los primeros en mostrarle los dientes al nuevo Papa Francisco han sido los propios argentinos, seguidores embobados del patético régimen populista que conduce (es un decir) Cristina Fernández. Han sido especialmente los viejos progresistas, los revoltosos y guerrilleros del ayer, quienes de inmediato sacaron su libreta negra para buscar el nombre de Jorge Mario Bergoglio. Allí estaba. Marcado con tres aspas por supuestamente haber entregado a dos sacerdotes a la dictadura y por haber callado ante los gobiernos de facto.

El tema no es nuevo y probablemente no será la última vez que se escuchen esta clase de acusaciones por parte de una élite que hasta hoy se siente protagonista de la época más gloriosa de la izquierda regional. Se trata de los residuos que dejó la Guerra Fría y la triste época del auge del comunismo latinoamericano en el siglo pasado. Una época que no ha sido adecuadamente evaluada debido a que la mayoría de quienes se ocupan de escribir sobre aquellos años fueron precisamente protagonistas de esa época demencial. No me refiero a los que se atrevieron a empuñar las armas y enrolarse en aquel ejército de desquiciados que pretendía transformar el mundo mediante la violencia revolucionaria, las balas y la dinamita, sino a quienes se mantuvieron en la comodidad del trabajo académico, dando soporte ideológico y justificando ese salvaje accionar en libros y artículos. Es decir, esa casta de intelectuales "progresistas" que santificaba la violencia, justificaba las muertes y pergeñaba las bases teóricas del mundo quimérico que debía primar.

Quienes hoy se rasgan las vestiduras por los derechos humanos y acusan de las peores atrocidades a las dictaduras de los 70 y 80, olvidan que ellos mismos fueron quienes ayudaron a engendrarlos. Para uno que ha vivido la segunda mitad del siglo XX, resulta por lo menos indignante escuchar hoy a estos señoritos de la libertad, haciendo gala de cinismo al condenar a las dictaduras que emergieron precisamente para contener la brutal aparición del comunismo continental promovido desde Cuba por la URSS. En los hechos pudimos observar que quienes decían oponerse al imperio de las clases dominantes, no hicieron más que reemplazar esas clases por otras, ya que la gigantesca clase burocrática del Estado y el partido, junto a su red de soplonaje barrial, se constituyeron en la nueva clase privilegiada. En Cuba pudimos además apreciar que la lucha contra una dictuadura derivó en el establecimiento de otra dictadura, pero más totalitaria y absolutista, cuya única actividad política consistía en el adoctrinamiento de la gente para que aceptara la miseria del nuevo régimen con "dignidad" anti imperialista. La propaganda comunista se convirtió en el nuevo alimento diario para los pobres cubanos que aprendieron a vivir en una fantasía mientras la realidad se venía abajo.

Entonces solo quedaba sonreír cuando el progresismo hablaba de "dominación yanqui" y se consumía atacando al "imperialismo norteamericano". El discurso del progresismo se basaba en una vergonzosa miopía que no le permitía reconocer la "dominación soviética" y el "imperialismo ruso" al que aspiraban. Para los pueblos de la América Latina quizá daba lo mismo ser sojuzgados por unos o por otros. Aunque en el caso cubano es obvio que la dominación del comunismo soviético solo le ha traído infortunios y miserias. En Cuba no hubo más que el reemplazo de un dictador por otro aun peor, pues se quedó al mando más de medio siglo! No hay moral que justifique eso. Los revolucionarios barbudos que supuestamente liberaron al pueblo cubano de la dominación yanqui y derribaron a las clases dominantes, enseguida se convirtieron en la nueva casta de privilegiados que impusieron su dominación al pueblo. Para el cubano el cambio de régimen solo significó la pérdida de su libertad junto a una creciente miseria y la entrega de su patria a la dominación soviética. La supuesta "dignidad y soberanía" predicada por el Partido Comunista Cubano se dejó de lado para convertir a toda Cuba en una lanzadera de misiles nucleares soviéticos, mientras que por otro lado se reclamaba por la base de Guantánamo. 

Luego de escupir en contra de la dominación yanqui, Cuba se convertiría en base para la invasión del comunismo soviético al subcontinente latinoamericano. No solo fue el Che, abandonado más tarde en Bolivia. Los movimientos insurgentes de inspiración castrista se replicaron en todo el continente. Hoy mismo quedan aun vestigios de esa vil plaga comunista en movimientos como las FARC y el ELN en Colombia. Pero en los años 60, 70 y 80 Latinoamérica se desangraba en guerrillas criminales que no dudaron en apelar al terrorismo más despiadado, tal como ocurrió en Perú con el Partido Comunista Sendero Luminoso y el MRTA. Nunca pues Latinoamérica padeció tanto como en la nefasta época de la demencia revolucionaria de la izquierda comunista. Y hoy, los representantes de aquella época de sangre y dolor tienen el cuajo de denunciar a quienes asumieron el deber de defender la institucionalidad, la democracia y la libertad de cada pueblo.

La situación no fue distinta en Argentina, convertida en un polvorín, donde el izquierdismo enfermizo afloraba en todas las manifestaciones patológicas posibles. Podría decirse que el izquierdismo argentino nace como una afloración bacterial sobre el cadáver del peronismo. Gracias a las políticas populistas de Juan Domingo Perón quien, a la manera de un Hugo Chávez de mediados del siglo XX, se dedicó a despilfarrar la inmensa riqueza argentina ofreciendo dádivas al pueblo, surgió una masa de parásitos habituados y esperanzados en vivir mamando la teta del Estado, considerando que esos eran sus "derechos". No hace ninguna diferencia entre los "derechos" que la aristocracia real asumía como muy naturales de su clase y los "derechos" que la masa popular empezó a asumir como muy propios de su condición, cuando un líder mesiánico decidió que podía regalar los dineros del Estado para proporcionar felicidad. Como bien diría Margaret Thatcher años despues: "el socialismo termina cuando se acaba el dinero ajeno".

La izquierda argentina ha sido una de las más conflictivas del sub continente. Luego de idolatrar a su líder Juan Domingo Perón por dos décadas, durante su ausencia cada quien se dedicó a interpretar a su manera el peronismo. A su regreso al poder los más radicales exigieron las típicas "transformaciones profundas" que en buena cuenta era convertir a la Argentina en un anexo del comunismo mundial. Los cuestionamientos a la dirigencia sindical por parte de los más delirantes del ala radical llevaron al mismo Perón a echarlos de su movimiento llamándolos "imbéciles" durante  una manifestación en la Plaza de Mayo. Muchos de los concurrentes bajaron las pancartas y se marcharon compungidos. Pero el mal del izquierdismo estaba ya asentado en la mente de muchos argentinos, y de muchas formas, pero todas ellas bajo el común denominador del "peronismo".


La aparición de un Papa argentino removió los recuerdos de lo que significó la Iglesia Católica frente al comunismo mundial, y en particular en la Argentina. Se ha vuelto a recordar el papel de Pio XII frente al comunismo, el rol de Juan XXIII como transformador de la Iglesia para adecuarla a los tiempos modernos, se ha vuelto a criticar a las misiones de ayuda a los más pobres como maniobras para disminuir la acción y prédica del comunismo. Pero la identificación de la Iglesia con los más pobres llegó a confundirse con el discurso comunista, siendo la escusa perfecta para mezclar el credo cristiano con la prédica marxista. La Iglesia Católica no pudo quedar al margen de la influencia del comunismo cuando varios jóvenes sacerdotes se sintieron atraídos por el marxismo tan de moda. Fue en este período cuando el capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, Camilo Torres Restrepo unió el fusil con el evangelio para enrolarse en el movimiento guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional.

Pese a que el papa Paulo VI reabrió el Concilio Vaticano II para renovar el debate sobre el rol de la Iglesia en el nuevo escenario mundial, no pudo impedir que la infección marxista diera sus frutos en la Iglesia con simpatías claras hacía el comunisno, así como el surgimiento de la "Teología de la Liberación" como doctrina de una iglesia marxista. El convulsivo escenario de Latinoamérica en los años 70, época durante la cual se desarrolló el mayor avance de guerrillas comunistas en toda la región, empezando en Centro América, fue propicio para que la Iglesia entrara en contacto con el comunismo al tener que tomar partido a favor de los más pobres y en contra de la brutal represión que los gobiernos ejercían ante la infección comunista. Por lo general se trataba de gobiernos despóticos en manos de dinastías corruptas que manejaban a su antojo sus países. Las guerrillas comunistas, que ciertamente no ofrecían un futuro mejor, se presentaban como la gran esperanza de redención del pueblo oprimido. Sin embargo, en los contados casos en que el comunismo logró llegar al poder no hicieron ninguna diferencia para el pueblo, pues los pobres solo vieron el reemplazo de una dictadura por otra, igual de déspota y hasta más brutal.

Tuvo que llegar Juan Pablo II para echar al tacho las pretensiones del ala roja de la Iglesia, amonestando severamente al sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, en frente de las cámaras de televisión, en clara señal de que no permitiría una desviación hacía el comunismo en la Iglesia. Otro sacerdote católico que utilizó la causa de los pobres para confundirla con el marxismo imperante fue el salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, quien llegó a invocar a los soldados a que desobedecieran las órdenes de sus superiores cuando se trataba de enfrentar a su propio pueblo. Su asesinato fue parte de la turbulencia desatada por la guerrilla marxista, unida a las simpatías que la Iglesia mostró hacía quienes se presentaban como redentores de los pobres. Fue quizá un gesto de inocencia y candidez por parte de una generación de sacerdotes que creyeron en la bondad del marxismo. Pero muchos acabaron luego decepcionados, como le ocurrió al propio Ernesto Cardenal, quien finalmente renunció al FSLN y acabó como una marioneta usada por el progresismo para ser exhibida en eventos internacionales.

Muchos especulan con el rol que jugó Juan Pablo II en la caída del comunismo soviético y su secuela fatal para el comunismo en el resto del mundo. Lo cierto es que el comunismo cayó por su propio peso y como resultado de sus propia inconsistencia. El comunismo es sencillamente inviable a largo plazo. Al momento de la debacle soviética, casi el 70% del presupuesto estaba siendo destinado a la seguridad, es decir, a las aventuras bélicas que desde la posguerra mantuvo la URSS frente a los EEUU y sus aliados. Nunca llegaron a igualar los avances científicos y tecnológicos en el campo aeroespacial y militar. La URSS apeló al robo y el espionaje para copiar la tecnología de Occidente, como era evidente en productos como el avión supersónico TU-144, fallida copia fiel del Concorde, o el trasbordador espacial Burán, imitación visible de la tecnología de los trasbordadores norteamericanos. El toque final lo puso Ronald Reagan cuando impulsó su llamada "Guerra de Galaxias", un proyecto que empujó a la URSS al suicidio presupuestal y a su caída final. La pérdida de poder que sintió Gorbachov frente a las fortalecidas naciones que retomaron su rol, en especial cuando Boris Yeltzin asumió el control de Rusia, fue la gota que derramó el vaso.

Cuando llega el papa Benedicto XVI el mundo ya era otro. Su papel se concentró en reorganizar la Iglesia y limpiarla de los malos elementos que habían carcomido sus cimientos. Hizo frente a las críticas de pederastía y pretendió reformar la doctrina de la fe pero para hacerla más conservadora. Su repentina renuncia fue causa de muchas conjeturas en torno a su fortaleza para enfrentar los graves problemas de la Iglesia, no ya frente al mundo sino al interior de sí misma. Frente a ello la designación del obispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, debería considerarse una acertada decisión por parte del Vaticano, pues no hay duda que le permitirá recibir una andanada de aire fresco, y una perspectiva muy distinta de la misión de la Iglesia.

Pero esto es lo que precisamente ha despertado el resquemor de la vieja militancia marxista, no solo en la Argentina sino en toda Latinoamérica. Los sobrevivientes de la plaga marxista de los años 70 han hecho memoria rápidamente para recordar el papel del sacerdote Bergoglio frente a la junta militar de Rafael Videla. Han rescatado fotos del archivo para mostrarlo junto al ex presidente Rafael Videla durante la dictadura militar (1976-1983) dándole comunión al militar que fue acusado de la desaparición de 30,000 personas, según las abultadas estadísticas de la izquierda. El periodista argentino Horacio Verbitsky pone en duda en su libro “La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983)” las actuales declaraciones de Francisco sobre su desconocimiento sobre la represión durante la dictadura militar.

El sacerdote Bergoglio fue acusado de ser colaborador en la represión militar a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics quienes le imputan haberlos entregado a los militares, así como la desaparición de varios catequistas que trabajaban en la villa miseria de Flores en 1976. Debido a esta denuncia el cardenal fue llamado a declarar en la “Causa ESMA” ante el Tribunal Federal № 5. Yorio y Jalics sostienen que Bergoglio les quitó la protección de la Compañía de Jesús al negarse ellos su orden de abandonar el trabajo social. Según la versión que propala la izquierda, los dos fueron secuestrados en 1976 al perder el apoyo eclesiástico y fueron torturados en la ESMA durante seis meses. Posteriormente los habrían drogado y abandonado en un descampado a las afueras de Buenos Aires. Los dos lograron sobrevivir su martirio pero nunca perdonaron al provincial de la Compañía de Jesús su traición.

Esta historia, sin embargo, ha sido desmentida por el propio Bergoglio. Pero no importa. La maquinaria acusadora y de definformación de las ONGs de izquierda ya se echó a andar, no solo por los hechos del pasado sino por el presente inmediato, pues Bergoglio es considerado un crítico y opositor del régimen actual, presidido por Cristina Fernández viuda de Kirchner. El frente progresista que respalda a brazo partido a la presidenta de tendencia "socialista del siglo XXI", ya puso a Bergoglio en la mira. Sin embargo, en esta ocasión la guerra sucia no será tan fácil tratándose de un sacerdote tan carismático que además se ha ganado el apoyo y la admiración de los argentinos. No es difícil avizorar uno que otro choque en el futuro entre el Papa Francisco y CFK.