domingo, 22 de abril de 2018

La izquierda peruana en el nuevo milenio


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

La liberación de terroristas causa indignación en los ciudadanos conscientes de lo que significó el terrorismo para el país; pero también, alarma en algún sector que ve un riesgo alto en la recomposición de los cuadros senderistas. Más allá de estas reacciones naturales ante la liberación de terroristas, es hora de hacer una revisión de la izquierda peruana en general, para entender mejor el peso que tiene una y otra posibilidad, dentro del complejo escenario de izquierdas en el presente. Por último pero no menos importante es verificar si el país aprendió la lección, no solo de lo que fue el terrorismo sino de lo que realmente significa la izquierda en todas sus variantes, y el rol de los jóvenes en el futuro de la izquierda.

Casi podríamos afirmar que el terrorismo de los ochentas y -en menor medida- los noventas, no volverá a repetirse por varias razones. Primero porque ellos ya perdieron la guerra y lo saben. Han asimilado la derrota y cambiado su estrategia. Como buenos marxistas saben que las condiciones históricas han cambiado. Mientras Abimael Guzmán siga con vida sus huestes harán lo posible por liberarlo. El mesianismo es muy fuerte en la izquierda. El culto a la persona del líder es lo que más caracteriza a los militantes de izquierda. Por lo tanto, la primera y única misión del senderismo por ahora será emprender el activismo político en busca de la liberación de su líder mediante un indulto. Por su parte, los ex militantes del MRTA simplemente se han diluido.

Los nuevos grupos senderistas se dedican al activismo del indulto con el discurso de "libertad para los presos políticos". Paralelamente hay otro frente que se mueve en el magisterio y las universidades, cuya misión es el adoctrinamiento de jóvenes y el reclutamiento de militantes, en los que fueron históricamente sus bases. Allí siguen con la prédica de la lucha al neoliberalismo y al imperialismo. Mientras las huestes senderistas se camuflan de mil formas para hacer activismo a favor de una amnistía general, vendiendo la tesis que sus líderes son "prisioneros de guerra", lo que deberíamos examinar son los reales peligros que enfrentamos en estos tiempos, pero ya no de parte de grupos terroristas fracasados sino de sus primos hermanos de la izquierda "democrática" que hoy se mueven tentando llegar al poder por la vía de los votos, con una importante presencia femenina y juvenil.

Habría que echar un rápido vistazo a la historia para entender adecuadamente el presente. Siempre hace falta dar una mirada atrás, muy lejos, hasta los inicios, para ubicarse adecuadamente en el presente. La izquierda en el Perú emerge lentamente a principios del siglo pasado, como una moda intelectual en sectores académicos, pero se expandió rápidamente con el éxito de la revolución de octubre en Rusia. La verdadera batalla política y militar se inició tras la formación de las súper potencias comunistas (la URSS y la China de Mao), las que ansiosas por extender su hegemonía política en el mundo, apoyaron descaradamente diversos grupos políticos y armados. Es importante destacar que el discurso de izquierda no nace de la realidad nacional sino del esquema ideológico marxista, sus programas de lucha no nacen de las reivindicaciones populares sino que se proponen servir a los intereses geopolíticos de la URRS y de China, tal como Cuba sirvió a los soviéticos. Sendero Luminoso estaba más conectado con la China que con los Andes. En otras palabras, la izquierda obedecía a un ideario ajeno a las realidades de cada país. Lo que hacía era implantar un dogma de interpretación de la realidad y una receta universal para la instauración de un nuevo orden. 

La izquierda mundial toma fuerza a partir de la posguerra y la instauración de la Guerra Fría, cuando el mundo se divide en dos bloques: capitalismo y comunismo. En Latinoamérica se inicia en Cuba con la toma del poder por las huestes de Fidel Castro, aunque entonces aun no se declaraba comunista. Desde Cuba, los rusos desplegaron la estrategia para invadir toda Latinoamérica. Por su parte, China de Mao no se quedaba atrás y apoyaba a sus propios grupos insurgentes. De este modo aparecen en el Perú en los sesenta las primeras guerrillas al mando de Juan de la Puente Uceda. En los setenta hubo cierta paz mientras duró la revolución socialista del general Velasco, pero la insurgencia guerrillera y terrorista llegaba a su clímax en el resto de la región. En los ochenta, con la instauración de la democracia, aparecen Sendero Luminoso, un grupo maoista, y el MRTA, un grupo castrista, en busca del poder mediante el terror, reflejando las profundas divisiones ideológicas que ya se daban en el amplio espectro de la izquierda peruana.

En los setenta, la izquierda peruana se dividía básicamente en dos grupos: aquellos que querían tomar el poder por las armas predicando la guerra popular, y los que afirmaban que las condiciones para una lucha armada no estaban dadas y proponían infiltrar la democracia para hacerla explotar desde adentro. Los más radicales e impacientes por iniciar la lucha armada llamaron "revisionistas" y "electoreros" a los que "jugaban a la democracia burguesa". Así que mientras unos grupos de izquierda se presentaban a las elecciones para ser parte de la Asamblea Constituyente de 1978 y luego del Congreso en 1980, los otros se alistaron para iniciar su demencial guerra terrorista.

Durante los ochenta y noventa hubo una tácita alianza entre ambos lados de la izquierda. Por una parte, la izquierda legal organizaba, desde el Congreso, formas de obstaculizar las acciones del Estado destinadas a combatir el terrorismo, mientras por otro lado creaban las primeras ONG de DDHH para defender a los terroristas que iban cayendo en manos de la justicia. Por su parte, la prensa de izquierda se dedicaba a la desinformación, culpando de todo cuanto podía a las FFAA y la Policía Nacional. Ese fue el escenario de la izquierda en las últimas dos décadas del siglo pasado.

En el nuevo milenio ocurren cosas completamente opuestas para la izquierda. Primero, casi todos los grupos alzados en armas en Latinoamérica fueron derrotados. En todo caso, ni uno solo logró repetir la hazaña de Castro en Cuba y tomar el poder por las armas. Los líderes estaba presos o muertos, y empezaron a salir de prisión para dedicarse a otras cosas. Ninguno retomó las armas. Pero lo que quedó como rezago de la época de terror fueron nuevos grupos dedicados a medrar de las secuelas de la guerra, mediante reclamaciones al Estado. Muchos grupos camuflados como activistas de derechos humanos salieron como buitres a exigir reparaciones al Estado incluso para terroristas o sus familiares. Los sectores intelectuales, por su parte, se dedicaron a crear la narrativa oficial para explicar a las nuevas generaciones lo que había ocurrido, y que en síntesis, convertía al Estado en un agente terrorista. En el Perú ese papel lo cumplió la CVR con medios y oenegés de izquierda.

El otro escenario del nuevo milenio para la izquierda se dio con el repentino triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela (luego de fracasar en su intentona golpista por la vía de las armas), seguido poco después de Inacio Lula da Silva en Brasil. Ambos, unidos a Fidel Castro, crearon el Foro de Sao Paulo para darle un nuevo impulso a la izquierda latinoamericana, tanto en la forma de apoyo a las guerrillas aun existentes en Colombia, como a los partidos que actuaban en el campo electoral. El flujo enorme de dinero que les permitió el alza de las materias primas, y especialmente del petroleo, les dio mayor poder para actuar. En este escenario, Hugo Chávez prácticamente se compraba países enteros en el Caribe y las Antillas, creando nuevos organismos regionales para afianzar su influencia política al margen de los EEUU. La izquierda electorera se estableció en casi toda la región, logrando mediante los votos lo que sus primos hermanos nunca pudieron conseguir mediante las armas.

En resumen, el nuevo milenio le dio la razón a la izquierda electorera. Mientras que los radicales que apostaron por la lucha armada estaban derrotados, presos, muertos y desprestigiados, los que apostaron por infiltrar la democracia burguesa habían triunfado, estaban en el poder y pudieron dinamitar la democracia por dentro, tal como lo planificaron, a partir de una nueva Constitución, la que no tenían reparos en cambiarla en cualquier momento para acomodarla a sus intereses. De hecho instauraron una dictadura comunista disfrazada de democracia, controlando directamente todas las instituciones y manipulando las elecciones de diversas maneras para perpetuarse en el poder.

En esa coyuntura, la izquierda en el Perú solo tuvo la opción electoral. Incluso la probaron con éxito cuando lograron colocar a su candidato Ollanta Humala en el poder, bajo los auspicios de la mafia brasilera del PT y del Foro de Sao Paulo. Por desgracia para la izquierda, Ollanta Humala y Nadine Heredia tenían su propia agenda y prefirieron sus intereses personales antes que los intereses políticos de la izquierda. Evidentemente la izquierda se equivocó al apostar por un militar revoltoso, al estilo de Hugo Chávez, un outsider sin trayectoria disfrazado de revolucionario de izquierda. El papelón de la izquierda peruana con Ollanta Humala fue total. Podemos decir que la izquierda peruana fracasó tanto por la vía de las armas (dos veces, en la forma de guerrillas y como terrorismo despiadado) y por la vía electoral, apostando por un candidato prestado que se salió de control.

En este momento, tanto la izquierda radical terrorista como la izquierda electorera y corrupta están derrotadas. Aunque mantengan enclaves como el terrorismo de las FARC y el ELN en Colombia y el gobierno de Maduro en Venezuela, su poder se debilita y están cercados. Incluso Cuba acaba de pasar a una nueva etapa fuera del manejo directo de los Castro. En el Perú los principales líderes de izquierda enfrentan procesos judiciales por corrupción, y es muy posible que Gregorio Santos acabe en la prisión por varios años. ¿Qué opciones tiene la izquierda peruana? Muy pocas. Y menos aun si prosperan las reformas electorales que en estos momentos se discute en el Congreso, para dejar de lado a los outsiders. En todo caso, la izquierda vuelve a postar por la inocencia y falta de memoria de los jóvenes, su principal objetivo de conquista mediante la prédica fácil.

No ha cambiado nada el predominio del pensamiento izquierdista en la universidad, tal como ocurrió en los años 70 cuando se incubó el terrorismo en las aulas. En aquellos tiempos se enseñaba marxismo en todas las facultades y en casi todos los cursos. Había una cuidadosa selección de autores para el trabajo universitario y una amplia gama de publicaciones de origen comunista, incluyendo libros y revistas, además de librerías especializadas en literatura roja. Hoy el panorama ha cambiado pero permanece el marcado sesgo de autores de izquierda, especialmente en las facultades de ciencias sociales y economía. Hace poco, un profesor denunció que en la universidad no había encontrado ninguno de los principales exponentes del pensamiento económico liberal en las reseñas bibliográficas de los silabos, donde todos los autores eran de izquierda. Esa es la realidad de la universidad: hay un marcado sesgo hacía la izquierda en la enseñanza.

No es raro pues descubrir que los jóvenes universitarios tienen una inclinación casi natural hacia la izquierda, no solo por razones psicológicas que los llevan a identificarse con el rechazo a la autoridad y al "sistema", símbolos de la autoridad paterna y el orden familiar, ante el cual se rebelan usando un revelador discursillo antisistema. La perorata contra los "poderes fácticos" (empresas), los partidos tradicionales, los políticos corruptos, etc., es lo primero que cala en sus mentes. Luego salen todos repitiendo el mismo estribillo con el puño en alto. La historia en este escenario es el mismo de siempre. No ha cambiado y no cambiará.

También es cierto que los jóvenes peruanos ignoran casi todo sobre el terrorismo o creen ciegamente en el discurso oficial propalado por la CVR, donde el Estado es el agente terrorista y Fujimori, el líder de un Estado corrupto y genocida. Les han contado la película al revés. La obra de la CVR fue precisamente crear un relato que convierta a los terroristas de izquierda en luchadores sociales, al terrorismo en una gesta reivindicativa, mientras la respuesta del Estado fue señalada como un "terrorismo de Estado". Han llegado al punto de achacar a las FFAA casi la mitad de los muertos de lo que llaman "conflicto armado interno", como si se tratara de una guerra civil y no de un ataque cobarde a la población civil por parte de grupos terroristas de izquierda. La principal tarea pendiente es el debate político al interior de las aulas universitarias para refutar las mentiras de la izquierda.

En conclusión, la izquierda sigue cosechando fracasos históricos tanto a nivel nacional como internacional. Un eventual triunfo de López Obrador en México y de Gustavo Petro en Colombia solo echarán más fuego a la hoguera del desprestigio de la izquierda, porque se trata de personajes sin la estatura intelectual necesaria para gestionar países tan complejos. Lo más probable es que se dejen llevar por sus delirios trasnochados llevando a la debacle a México y Colombia. En el Perú parece difícil que la izquierda encuentre un candidato idóneo para las próximas elecciones. Carecen de liderazgo y de propuestas novedosas, y su proyecto central está más gastado que asiento de taxista.